PEPA SATUÉ

CARMEN RUBIO SOLER / DIARIO DE ALMERIA 05 Abril, 2021.

 

Hay creadores de mundos fantásticos, de paisajes con colores imposibles, de historias de bestiarios eclécticos y mestizos, de figuras celestiales y otras que parecen estar todavía en los abismos más crueles. Son creadores de metáforas y leyendas reflejadas en imágenes compuestas por otras más antiguas, que componen imaginarios familiares para todos los espectadores. Son otros mundos de los sentidos y de los sentimientos, comunicaciones horizontales entre artistas y público.

 

Y hay otros creadores, los de los nuevos espacios, los que abren puertas a universos sin referentes, nada más que en sus propias ideas, en sus pensamientos más geométricos, casi matemáticos, en mundos de colores inesperados o desaparecidos, pero que ellos escuchan.

 

A estos últimos pertenece Pepa Satué. A los artistas que imaginan universos planos que no lo son, y entonces, cuando pasan muchas horas reconociéndolos, transitándolos como caminantes incansables, trazan sus mapas, y después sus relieves con el detalle de cada poro y cada accidente.

 

Es el suyo un mundo plano con profundidad, con sombras y luces, con movimiento. Lugares bidimensionales que forman volúmenes con superficies estudiadas, trabajadas para darnos esa sensación de espacios que se crecen hacia afuera o grandes orificios que se retraen hacia la profundidad. Planos con degradados imperceptibles que engañan al ojo con suaves sombras y luces cuyo único objetivo parece ser que la posterior iluminación no tenga que trabajar duro. Y recorrer la vista por estas zonas de diferentes orientaciones nos hace viajar por los cuadros con velocidades marcadas por la propia obra, obligándonos a seguir su propio ritmo.

 

Y utiliza la línea, sabedora de que en su multiplicación funciona como un plano más, como velo transparente con el que acotar vacíos de esos universos, dotándolos de otra presencia. Son líneas más cercanas o más distantes, quebradas, que cambian de sentido, dirección y distancia. O curvas, con melodía, trabajadas con la complejidad de un plano, con sus texturas y colores.

 

Y en esta factura limpia que no deja nada al azar, que no quiere frialdad, y que busca emocionar, Satué coloca los colores con presencia pero sin estridencias, con peso unos, con liviandad otros, algunos hay que buscarlos, otros esquivarlos.

 

Entre la necesidad de acercarnos al cuadro para apreciar veladuras en los profundos colores, diferencias de matices entre la diversidad de negros y entre la riqueza de los blancos, la distancia que retomamos para apreciar el conjunto que respira con los fondos, los pasos, no perdidos, entre obras y las veces que visitamos nuestros recuerdos para comprender otras etapas en el desarrollo creador de Satué, nuestra cabeza no descansa, no para de preguntarse, de plantearse incógnitas y de darse soluciones que los mismos cuadros nos ilustran. Pero así es esta obra, un diálogo intelectual con su creadora y con nosotros mismos.

 


Pepa Satué, orden y geometría

PUBLICADO EN LA VOZ DE ALMERIA JULIO 2020

 

La inauguración, el 12 de marzo, de la exposición “En líneas generales” de Pepa Satué, en la Galería Arte 21, quedó muy deslucida al declararse en esos días el estado de alarma e iniciarse un largo confinamiento que ha cambiado muchos de nuestros hábitos. La artista, licenciada en Bellas artes, ha ejercido la docencia en institutos de la provincia y en los últimos años en la Escuela de Arte. Pero ese magisterio no le ha impedido volcarse en su trabajo de creación, realizado con un esfuerzo silencioso pero firme y cuyos frutos pueden ver ustedes ahora. Creo que la Galería ha prorrogado por unos días esta muestra porque la vida sigue, y porque muy pocas veces se tiene la oportunidad de ver una obra tan interesante como ésta. Una obra compleja y variada por sus diferentes planteamientos formales, dibujos, técnicas mixtas sobre tela, piezas escultóricas, etc., pero siempre bajo una misma estética, la de una geometría destinada a la contemplación, ajena a la vehemencia y a los impulsos no ordenados. Mesura y ritmo compositivo, armonía y riesgo, y fundamentalmente experimentación, la voluntad de construir un lenguaje que trasciende los límites tradicionales de la pintura de caballete.

 

A principio de los años 60, algunos artistas cinéticos vinculados a la galería parisina de Denise René, como el venezolano Jesús Soto o los argentinos Julio Leparc y Antonio Asís, llegaron a las costas almerienses y aquí hicieron, en Carboneras, su casa de veraneo, enraizándose con el paisaje y su luz. Lástima que no quede, de su paso por estas tierras, apenas huella. Como ellos Pepa Satué, sevillana de nacimiento, ha hecho aquí su hogar y una obra que mantiene muchas complicidades con la de esos abstractos latinoamericanos y en general con la abstracción geométrica, heredera de las vanguardias constructivistas de comienzos del siglo XX, que aparece como alternativa al lenguaje figurativo amenazado seriamente por el cubismo. De Malevitch, Kandinsky, Doesburg y Piet Mondrian hasta los abstraccionistas geométricos latinoamericanos, Albers y Max Bill incluidos, todos pretenden mostrar una nueva sensibilidad más acorde con el pulso de una sociedad moderna en continuo cambio.

 

Aquellos artistas cinéticos pretendían sobre todo plasmar el movimiento, algo que Pepa Satué no considera primordial. Para ella lo importante es que las líneas definan figuras geométricas, poliedros irregulares, creando volúmenes, para así superar la bidimensionalidad de la superficie plana del lienzo. En el papel, en la tela, o en la madera, a través de juegos ópticos, la figura termina representando la tridimensionalidad del espacio. Mediante distintos grosores de líneas y tenues gradientes de color se construye un nuevo espacio compositivo. Los fondos, habitualmente planos y monocolores, son superficies puras, donde no es visible la pincelada, y cuyo acabado tiene mucho de industrial. Sobre un fondo neutro las formas geométricas se tornan esenciales, mucho más que las relaciones cromáticas que se supeditan al juego de la geometría. La obra concebida con diferentes técnicas de estampación rehúye el gesto, esa pincelada que deja un rastro, algo que a priori podría parecer impersonal pero que no lo es porque lo que se busca es eliminar cualquier subjetividad. Esa búsqueda de la pureza, no es aquí una búsqueda “del arte por el arte”, ya que la artista, por el rigor y la voluntad analítica de la obra, sondea la realidad, en estos tiempos convulsos donde lo trivial y frívolo adquieren carta de naturaleza.

 

Pepa Satué continúa su periplo artístico fuera de los límites del lienzo. Ya lo había hecho, creo recordar, en algunos cuadros incluidos en exposiciones colectivas anteriores, rompiendo la regularidad del formato habitual, como si se tratara de marcos recortados, y sobre todo con la construcción de piezas, que no son esculturas al uso, sino más bien objetos tridimensionales en el espacio real. Objetos artísticos donde las formas geométricas y los volúmenes son los protagonistas, aunque sigan las líneas presentes como testimonio de un origen remoto y sigan presentes las huellas de la pintura. Con estas piezas Pepa Satué cuestiona el lenguaje pictórico que conocemos, y lo abre a nuevas exploraciones.

 

 

Para realizar estas obras, lejos de los utensilios propios del oficio de pintor: pinceles, óleos, lienzos, Pepa Satué elige contrachapados de madera, planchas de policarbonato, pinturas acrílicas pulverizadas con pistola, sierras y lijas, martillo y cola de carpintero, y sobre todo estampaciones, en un trabajo artesanal que favorece el contacto con la realidad más física de la creación, el trabajo manual que es parte del proceso. Una obra donde convergen pensamiento y manualidad y que, más allá del soporte utilizado, resume el vértigo de la experiencia artística, sujeta a los anhelos y los vaivenes entre belleza y verdad.

 

Esta manera de considerar la pintura como “campo de experimentación” me recuerda, por afinidades, el trabajo de Ligya Clark, cuya obra se expone estos días en el Guggenheim de Bilbao. De la artista brasileña Niermeyer decía que era una pintora de gusto y sensibilidad, y esa definición encaja bien para describir la obra de Pepe Satué, que destaca además por su belleza. La exposición “En líneas generales“es única y maravillosa. Vayan ustedes a verla y juzguen