MANUEL CONTRERAS DEL RÍO
GINÉS CERVANTES, NUEVAS SERIES DE PINTURA: DE LO SOLO Y DANZAS
Ginés Cervantes, sui generis.
Hay una línea creativa en la pintura de Ginés, oculta, contenida, que no es la prevalente en su trayectoria, sino que reaparece por razones y circunstancias misteriosas en su
biografía artística. En esas ocasiones, el pintor sosiega el impulso y deja paso a la reflexión. Muestra su creatividad explícitamente ponderada, abre su intimidad y desnuda sus paseos y sus
paisajes, desprovistos de anécdota y los reduce a su esencialidad, en forma de silueta, mancha de color o línea que modela
Alguna vez hemos denominado a esta serie pintura metafísica: el tiempo se detiene, y aunque la iconografía sigue siendo la habitual en él, los elementos, dispuestos a la manera de una estatuaria clásica, revelan la preocupación por «la estructura pictórica y por la solidez del sentido del reposo arquitectónico […]». Además, la separación de los espacios plásticos en el cuadro, la yuxtaposición de elementos, la visión frontal de los mismos nos revelan que no estamos ante un lugar tangible, sino que es un espacio que parte de la imaginación, la introspección o la fantasía del propio artista. Y el conjunto de estos paisajes, escenarios y personajes nos transmite idea de soledad, de silencio, de inquietud… Son cuadros que nos invitan a la contemplación serena y callada. Es el enigma metafísico que ha sustituido la iconografía de la pintura metafísica tradicional y por la propia del artista: árbol, perro, hombre, mar, bosque…
Melancolía hacia el pasado, hacia tiempos que no volverán, la obsesión reiterada, cierta pesadumbre, las horas. Son obras normalmente vistas como una representación naturalista de la realidad, ─escenas, naturaleza, figuras─ en un espacio pictórico controlado, pero traídos aquí aparecen misteriosamente quietos y, por ello, apartado del mundo ordinario. Pintura metafísica, si se me permite, o por mejor decir, neometafísica.
Serie Danzas, 2015.
A lo largo de 2015, Ginés Cervantes, siempre entregado a la creación, enfebrecido con la pintura, alterna con cada mano, con cada sentimiento, un concepto pictórico dicotómico que dará lugar a sendas series de cuadros: de una parte De lo solo, a la que hemos denominado pintura neometafísica; y de otra, una pintura que está en la constante expresionista más conocida del pintor, la serie Danzas, que emana visiblemente de su personalidad arrolladora de artista, donde los colores, las formas y el movimiento vibran en la composición.
De los tres elementos citados acaso sea el movimiento el foco el prevalente de estas obras. Las figuras son atraídas, repulsadas o aquietadas provocando la sugerencia del movimiento o desplazamiento. En espiral, lineal, continuo o alternado; como acción conjunta o individual; percibido o ejercido continuamente o a intervalos regulares, opuestos o variados; movimiento y ritmo; la velocidad, condicionada por la diversidad y por la duración: movimientos rápidos, constantes, crecientes. El resultado es paradójicamente opuesto a aquellas otras obras que se realizan en el mismo tiempo, en el mismo taller y por el mismo artista: De lo solo versus Danzas. De la melancolía en De lo solo a la exaltación en Danzas; de la quietud al dinamismo; de lo apartado del mundo ordinario a lo cercano y vital en Danzas. De la visión frontal y estatuaria De lo solo a la perspectiva inquieta y verosímil de Danzas.
Y si el movimiento crea una tensión en los personajes cuyas danzas desbordan los límites de las obras y pugnan por salirse de sus marcos, el color, los colores crean la fantasía intensa de las emociones, de los paraísos soñados. La pincelada vuelve a ser densa y los contrastes cromáticos se amalgaman en una espesa selva que nos mantiene vivos, que extiende nuestras capacidades más allá de lo que la naturaleza nos ha dotado. Y más allá de la complacencia ocasional, estamos ante lo perceptible permanente.
Finalmente la iconografía es un reconocimiento a una de las formas primigenias del arte en las que el ser humano ─su naturaleza, su cuerpo, su emoción─ son la misma cosa perceptible de la belleza: la danza. Ginés realiza en muchos caos un minucioso estudio de las formas y de la composición iconográfica antes entregarnos la obra para nuestro goce; dejamos aquí alguna muestra de ello.
MANUEL CONTRERAS DEL RÍO
Octubre de 2015.
texto publivcado en en la Voz de Almería el 8 de octubre 2015.
Antonio Gámez, publicado en Foco Sur.Agosto 2014
UN SEÑOR PINTORAZO
Después de estar placeando estos días con el cante hondo nuestro, de la mano del guitarrista Jesús Fernández, y las voces armoniosas y bellas, entre otras, de Toñi Fernández y Rocío Zamora,
me llegué a la Galería Arte 21, en la calle de Las Tiendas para visitar la exposición reciente del pintor Ginés Cervantes (Huércal Oyera, 1939). la obra presentada es compleja y poliédrica,
que nos remite a momentos y encuentros con las musas desde el año 2000 hasta ahora. la exposición desarrolla varios temas relacionados con el retrato, los paisajes y las abstracciones
poéticas con un sesgo artístico muy original. El efecto, los retratos, técnicamente realizados con espátula y pincel, cortando los límites del soporte del lienzo, son labrados con fuertes
impactos de color que nos recuerdan a los fauvistas franceses de hace cien años. Así, destacan "Jacinto" (2014), con un prodigioso modelado pictórico que nos deja ano-nadados; "José Hierro",
el poeta, que parece labrado, como si fuera una pictoescultura, con martillo y yunque, a golpe de brochazos y espatulazos envolventes, que bailan en distintas direcciones para configurar la
esencia del personaje retratado; "Bacon", el pintor inglés, desbroza su potente mirada entre colores negros que contienen el brillo del blanco de la base del lienzo en el labio inferior.
Detalle este que nos ayuda a comprender la fuerza expresiva que utiliza Ginés para ofrecernos la fuerza interior que despierta dicha obra. No se anda con chiquitas. Golpea con furia el pincel
y la espátula con alegría y absoluta libertad, devolviéndonos, de este modo, la mirada misteriosa de este extraordinario expresionista. Junto a esos retratos que hemos identificado, le siguen
unos pequeños retratos inventados, que no tienen parangón en la naturaleza, y que intentan dar respuesta a la clásica pregunta sobre cuántos colores tiene la piel de la cara, y así podemos
contemplar que tiene infinitos. Cada uno de esos retratos, realizados entre 2013 y 2014, "Hombre 1", "Hombre 2"; "Mujer 1"y "Mujer 2" me resultan retratos escultóricos, con evocaciones
poéticas, que se sitúan sobre fondos pictóricos muy aéreos, más abiertos, más ligeros que los realizados en otras obras de épocas pasadas, que eran muy planos, dando rienda suelta al pincel
de un modo más sugerente, más liviano... más velazqueño. Otras obras que nos impresionan están relacionadas con los paisajes abstractos que presenta a lo grande, donde los espatulazas y
brochazos amplios y gruesos flotan en el espacio, creando un universo plástico lleno de evocaciones oníricas. Vamos, como si quedara la huella de un orgasmo que sucediera con cada trallazo
gestual, pictórico, dejando su impronta en el fondo marino de un sueño donde floten las horas de la vida. Destacan, en este sentido, "La noche del cazador", "Máscara" y "El salto" Continúa el
recorrido de la exposición culminando con la pura abstracción que conecta con los grandes maestros americanos Clifford Still, Willem de Kooning o Jackson Pollock. Desde este punto de vista me
han impresionado las obras tituladas: "Pueblo junto al mar", donde Ginés interactúa con multitud de planos abiertos de una gran calidad estética, llenos de sugerencias visuales inasibles.
Bellísimo. Y "Ventana" (2011), donde parece que los colores se saludan con las horas del día, sin olvidar al "Gran azul", un cuadro con una gran densidad poética, borrascoso, taciturno,
misterioso, con barcas a la deriva y lámparas flotando en una noche oscura sin alma. Plasma, tal vez, una soledad profunda, quizá esperando que la tempestad amaine y se serene el alma,
después de una pesadilla Un sueño terrible donde los azules se agitan en una danza macabra con violetas y negros yuxtapuestos, que suben y bajan, intuyendo la luz del amanecer después del
embate de la lucha del pintor con la imagen imperfecta que intenta atrapar la luz invisible de esa noche. Se revela, como lo hiciera el gran Greco, buscando la luz, dejando rastros de rojos
carmines como testigos de la lucha de un sueño invisible y sufrida Tal vez sea ésta la mejor obra de las que se exponen en esta muestra. Otras pinturas que nos llaman la atención están
referidas al tema clásico del bodegón. Se expone uno de una gran belleza cromática y formal, titulado "Pecera", de 2007, donde combina el óleo y un collage de telas perfectamente articuladas
en la composición. Sencillamente, fantástico Finalmente, indicar otra obra que me impresionó, "Joven de azul", de 2014, con vocaciones grecorianas, presentando un rostro que me parece
misterioso, inquieto, sugerente. Me parece un pequeño mapamundi de colores interpuestos, de refriegas y escarificaciones, producto de la lucha del pintor con la materia. Sencillamente
sublime. Ginés Cervantes ha dedicado gran parte de su vida a la docencia y a la creación plástica, principalmente la
pintura, y aquí nos llega con todo su esplendor y la sabiduría que dan los años de la vida Todo un señor pintorzazo .
Antonio Gámez.