Lola Valls: Desafinado

Exposición. Galería Arte 21 (Octubre-noviembre de 2014)

Lola Valls y la renovación artística  almeriense


 
Lola Valls pertenece a ese grupo de artistas almerienses que llamamos la generación o grupo de la renovación artística de los ochenta en Almería: Paco Cañizares, Antonio Acosta, Valverde, Toña Gómez, Rafael Gadea, Carmen Sicre, Pepe Bernal, Ginés Cervantes, Paco Egea, Carmen Guardia, Bonillo, Nané, Pastor, Barrionuevo, Melchor Peropadre, Cayetano Crespo, Huecas… Nombres que dieron forma a planteamientos artísticos de renovación  introduciendo en nuestras salas y galerías  formas estéticas y conceptos ausentes hasta entonces en Almería. Antes y coexistiendo con ellos, los indalianos y sus herederos.  Reapareciendo ocasionalmente, los bodegonistas y el paisajismo tradicional. Será en las décadas de los 80-90, cuando este grupo de jóvenes al que nos referimos, que se ha formado en las escuelas de Bellas Artes de Barcelona, Valencia o Sevilla, que ha viajado y vive el presente, renueva el panorama artístico almeriense: el expresionismo, la abstracción, el arte cinético, el informalismo, las instalaciones, el constructivismo, el arte conceptual, etc. se muestran en Almería de la mano de aquellos jóvenes artistas para los que tan importante como el particular concepto estético, era la disposición, o por mejor decir, la predisposición ético-artística a romper las ataduras provincianas, a rebelarse contra el sistema establecido, de aportar algo nuevo a la pintura, como muy atinadamente se escribía y se podía leer  allá por los finales de los ochenta. Ese es el contexto histórico y el entronque generacional del que surge nuestra pintora.


Fotografía para el catálogo de la exposición itinerante Pintura Almeriense hoy. 1991-1992. (Foto Luis Matilla)

DESAFINADO. GALERÍA ARTE 21. 2014


El recorrido de Lola Valls ha pasado de las formas elementales ─realistas: pez, árbol; figurativas: formas geométricas─, a la pintura analítica –suprematismo, la geometría del número áureo y de la perfección gestual─, hasta llegar hoy en Desafinado en un proceso complejo y doble a la profundización y depuración conceptual y a la intensificación cromática. Alcanza con en este punto una suerte de esencialismo pictórico, plástico.


Desafinado reúne parte de la obra de los últimos años. El concepto que subyace ─la pulsión creativa, el impulso vital─ es la liberación (liberarse de) de los modelos externos citados, para liberar (otorgar libertad a) a las formas puras, y para entregarse al color libremente. Con Desafinado Lola Valls da el paso a un arte no objetivo, no figurativo, pero utilizado de manera altamente simbólica y sugeridora. Se trata de equilibrio y visión, de tensión y texturas, de lo inconsciente como avisador lejano de nuestra propia identidad. Ella misma recoge en su página web una cita coincidente de Francesco Petrarca (1336): «Entonces, satisfecho, pues había visto largamente la montaña, dirigí la mirada interior hacia mí. (In me ipsum interiores oculos reflexi) ». Eso es.


Evidentemente el sustrato argumental de sus cuadros es el paisaje, pero como reflexiona la misma pintora «puedo partir de alguna sensación procurada por la naturaleza, como si se tratara de un paisaje mental». Y a partir de ahí, pintar en la incertidumbre: la mancha (blot) la arrastra a un terreno desconocido e imprevisible cuyo recorrido constituye el eje de su trabajo. Y de las manchas a la composición, horizontal ─calma, reposo─ o vertical ─potencia, elevación─. Será la percepción del propio espectador la que ultime su obra y recomponga la energía inasible del cuadro porque todo está en él, nada hay fuera.


LOS COLORES SONOROS


Y como referentes estéticos, Lola goza de su propia tradición de lo nuevo: «el color de Patinir, E. Nolde o Howard Hodgkin, la poética de Jean Arp o Joan Miró, las "Atmósferas" del arquitecto P. Zumthor y de W. M. Turner o la esencialidad en la fotografía de Carlos Barrantes». Están subsumidos todos en un cromatismo intenso, en las densas manchas que flotan sobre fondos


vislumbrados, deslumbrada Lola también tras la ventana del estudio frente al Mediterráneo. Entonces, visionaria, los colores emergen como sonidos alados en un crescendo ─los crecientes horizontales o los crecientes verticales─, de sinfonías arrebatadas, es decir, de un enérgico y desbordante paisaje interior.


La materia prima, primera, es el color; lo que oímos es el sonido mismo, sin artificios. Reconstruir la sensación ─el objeto─ y gozarla corresponde a quienes entramos en el espacio activo de la contemplación. Claro es, sabiendo que en Desafinado Lola Valls huye del racionalismo para recorrer los caminos fecundos y liberados del color en un hipnótico paisaje musical. Contemplar un cuadro de Lola, solos nosotros, aislado el cuadro, sobre el fondo de una inmensa pared blanca será una invitación al buen gusto, a la hermosura y a la de libertad.


MANUEL CONTRERAS DEL RÍO